Los siete hermanos chinos
Los siete hermanos chinos
Rodolfo Castro, Il. André da LobaOQO editora
2011
9788498712438
48 pp.
cartoné
25x23 cm
13,50€
Algunas páginas aquí, pero de otra edición de 2003.
Los siete hermanos chinos… eran seis.
Aunque, al principio de esta historia, solo había cinco.
Vivían cerca del mar.
Nadie podía diferenciarlos, porque eran todos iguales.
Para no confundirse,
su madre les llamaba Li a todos.
Al contrario de lo que pudiera hacer pensar el inicio del relato, esta historia de la tradición oral china refuerza el mensaje de que, afortunadamente, no hay dos personas iguales. Además, nos recuerda que todos tenemos capacidades o habilidades que nos confieren una personalidad propia e intransferible.
Con el tiempo,
los hermanos Li fueron capaces de hacer cosas
con las que podían distinguirse.
Li, el mayor, era capaz de tragarse todo el mar.
El segundo Li tenía un cuello de hierro.
El tercer Li tenía piernas elásticas.
Al cuarto Li, el fuego no le hacía daño.
El quinto Li podía aguantar la respiración durante mucho tiempo.
Aunque todas las personas tienen capacidades, en diferente grado, estas no son, habitualmente, de carácter sobrenatural.
El sexto Li —sin ninguno de los dones extraordinarios de sus hermanos— se había ido de casa en busca de fortuna.
Es la experiencia o el devenir de los acontecimientos lo que provoca que se desarrollen esas aptitudes y habilidades que, quizás, aflorarían con mayor dificultad cuando alguien está rodeado de individuos con destrezas increíbles. Este relato incide en que todos somos necesarios, pues la acción más nimia o espontánea puede ser la aportación decisiva para resolver un problema.
En esta historia, todos los hermanos colaboran —haciendo uso de su tremendo parecido y sus habilidades— en intentar salvar al mayor de los Li, injustamente condenado por la muerte de un muchacho, víctima de su propia avaricia.
Finalmente, serán las lágrimas del sexto Li, inconsolable por la terrible suerte de su hermano, las que conseguirán evitar en la familia una muerte segura, a pesar del empeño de un emperador que parecía invencible.
El álbum Los siete hermanos chinos hace suyo el espíritu de David contra Goliat; donde un pequeño pastor vence a un todopoderoso guerrero gigante. En este caso, un fracasado y sin fortuna es capaz de derrotar a un emperador, cuya justicia era infinita, su enfado podía derribar montañas, la mirada encantar a las serpientes, los ojos podían ver hasta el infinito y su silencio era más intenso que el rugido de una tempestad.
Este cuento demuestra que no hay arma más poderosa que la empuñada por los nobles sentimientos y destreza más habilidosa que la proveniente del corazón.
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