La otra cara de la adopción
La otra cara de la adopción
Carme VilaginésXoroi edicions
2012
ISBN: 9788490073261
154 pp.
16 € aprox.
Nota: soplo desde Intimidades de la Post-adopción
El libro —como su título ya sugiere— se propone elucidar aquello que es poco conocido o que se transparenta tan sólo en la actitud consciente de la pareja que ha decidido adoptar un niño. ¿Cómo se llega a esta decisión? ¿Cómo se ha digerido el duelo por el niño que no se ha podido tener por tantas razones —infertilidad o esterilidad de uno u otro de los cónyuges, miedo al embarazo, afán caritativo hacia la infancia abandonada? Si las motivaciones para la adopción responden a una asimilación madura y coherente de las dificultades para engendrar de manera natural, el proceso de selección de la pareja adoptiva no ofrece demasiadas dificultades, excepto las que pueden derivarse de un niño adoptado más o menos traumatizado por el abandono de que ha sido víctima y por los trastornos genéticos potenciales que pueda vehicular. Pero esta pareja madura será capaz de asumir estas dificultades y dejarse guiar ante las dificultades que el niño adoptado pueda presentar.
El malestar surge, en cambio, en aquellas parejas que han llegado a la decisión y al anhelo ferviente de adopción como una salida precipitada a la gran frustración de no conseguir tener descendencia por las vías naturales o por la reproducción asistida. Cuando no hay capacidad para asumir esta gran contrariedad y decepción, la salida precipitada es confiar que la adopción pueda remediar el problema e, incluso, que pueda anular la misma experiencia del problema. Entonces, se confía de una manera muy idealizada, en que el niño adoptado vendrá a resolver la crítica situación de una pareja que no encuentra ninguna otra manera de reorganizar su esperanza y el sentido de su convivencia como no sea la rápida negación de unas desilusiones que sólo un embarazo habría podido paliar. Ahora la adopción como un recurso supremo serviría para eclipsar rápidamente aquel proceso de desilusión o de conflicto que la pareja negaría con tenacidad.
La autora quiere señalarnos que, en un número considerable de casos, esta problemática negada —la otra cara de la adopción— es responsable de las serias dificultades que surgirán cuando la adopción se ha realizado con estas premisas, las cuales agravarán las situaciones delicadas, a menudo ansiógenas, que cualquier adopción conlleva, incluso la que se da en las mejores condiciones por parte de la pareja adoptiva y por parte de la criatura adoptada.
Para informarnos de los acontecimientos que todo proceso de adopción implica, Carme Vilaginés nos hace seguir, con su sensibilidad maternal, con su intuición y técnica psicoanalítica y con una abundante casuística de una dedicación de muchos años, las vicisitudes con que adoptantes y adoptados pueden encontrarse desde el inicio e, incluso, desde antes de su encuentro. Dejando de lado los casos de adopción de aquellas parejas o familias que, aun contando con un cierto número de hijos, sienten la necesidad de aumentarlos o se deciden a hacerlo por razones humanitarias, la mayor parte de las veces se trata, como hemos dicho ya, de personas que han sufrido la contrariedad de no poder tener un hijo deseado, a pesar de las gestiones adecuadas que puede ofrecerles hoy en día la ginecología.
La autora nos hace sentir, o nos dice bien explícitamente, que adoptantes y adoptados se encuentran en una situación, en ciertos aspectos, paralela. El niño ha sido objeto de abandono por parte de los padres naturales y, por otra parte, la pareja adoptante también se ha sentido desvalida por la confirmación de su incapacidad genésica. Adoptantes y adoptados se encuentran en una situación de duelo: si el niño ha sufrido la pérdida siempre traumática de los padres, los adoptantes han sufrido, con más o menos trastorno emocional, la pérdida de su ilusión por engendrar. Unos y otros, provenientes de un duelo, se hallan en una correspondencia bien particular. Este niño desvalido y abandonado se convierte para los padres adoptivos en lo más envidiable para recuperarse del duelo insuperable por el hijo imposible. Y, a la recíproca, esta pareja dolida y decepcionada se convierte en salvadora del huérfano que naufraga.
Carme Vilaginés nos hace seguir a doble flanco la evolución de esta relación de correspondencias tan particulares y los escollos que a menudo genera en cada uno de los protagonistas. Y para ello parte de sus conocimientos de la dinámica de las parejas y de la evolutiva del niño desde los niveles protomentales hasta la continuada organización de su realidad psíquica. Y nos muestra —digámoslo como paradoja— que el niño comienza a no existir, es decir, a existir sólo en la fantasía del adulto. Y es esta fantasía, tan inherente al deseo de engendrar, que hace sentir dolorosamente el vacío de la no existencia del niño, tan rotundamente ausente en la realidad externa.
Todo el libro se esfuerza en ilustrarnos de los errores que pueden producirse en el camino de superación de las carencias iniciales de adoptantes y adoptado. ¿Cómo puede llegarse a amar la realidad del hijo adoptado, con toda su carga traumática, con el resentimiento residual que conllevan las frustraciones precoces tan dramáticas, las heridas, de tan difícil cicatrización, que le han sido infligidas al niño abandonado? ¿Y cómo puede irse aceptando y amando la realidad de este hijo tan diferente a aquel de la fantasía desiderativa? ¿Qué proceso habrá que llevar a cabo para amar al huérfano tal y como es sin el barniz de las proyecciones que los padres adoptivos puedan hacer del niño ideal que habían soñado? Todo depende del grado de madurez de la pareja adoptante, pero la autora nos dice que por muy integrados que estén, hay que instruirles y, si es necesario, hay que acompañarles en la problemática que toda adopción puede suscitar en las relaciones con el niño y el adolescente.
Entender la problemática del adoptado es comprender, entre otras cosas, su necesidad de búsqueda del propio origen, la incógnita de esos padres desaparecidos o que le han rechazado, entender el resentimiento, la indefensión o los paradójicos sentimientos de culpa que puedan generarse. Y entender también la necesidad de descubrir la realidad concreta de estos padres que puede aparecer en la fantasía con tan diversas facciones. Del epílogo del Dr. Pere Folch Mateu.
El malestar surge, en cambio, en aquellas parejas que han llegado a la decisión y al anhelo ferviente de adopción como una salida precipitada a la gran frustración de no conseguir tener descendencia por las vías naturales o por la reproducción asistida. Cuando no hay capacidad para asumir esta gran contrariedad y decepción, la salida precipitada es confiar que la adopción pueda remediar el problema e, incluso, que pueda anular la misma experiencia del problema. Entonces, se confía de una manera muy idealizada, en que el niño adoptado vendrá a resolver la crítica situación de una pareja que no encuentra ninguna otra manera de reorganizar su esperanza y el sentido de su convivencia como no sea la rápida negación de unas desilusiones que sólo un embarazo habría podido paliar. Ahora la adopción como un recurso supremo serviría para eclipsar rápidamente aquel proceso de desilusión o de conflicto que la pareja negaría con tenacidad.
La autora quiere señalarnos que, en un número considerable de casos, esta problemática negada —la otra cara de la adopción— es responsable de las serias dificultades que surgirán cuando la adopción se ha realizado con estas premisas, las cuales agravarán las situaciones delicadas, a menudo ansiógenas, que cualquier adopción conlleva, incluso la que se da en las mejores condiciones por parte de la pareja adoptiva y por parte de la criatura adoptada.
Para informarnos de los acontecimientos que todo proceso de adopción implica, Carme Vilaginés nos hace seguir, con su sensibilidad maternal, con su intuición y técnica psicoanalítica y con una abundante casuística de una dedicación de muchos años, las vicisitudes con que adoptantes y adoptados pueden encontrarse desde el inicio e, incluso, desde antes de su encuentro. Dejando de lado los casos de adopción de aquellas parejas o familias que, aun contando con un cierto número de hijos, sienten la necesidad de aumentarlos o se deciden a hacerlo por razones humanitarias, la mayor parte de las veces se trata, como hemos dicho ya, de personas que han sufrido la contrariedad de no poder tener un hijo deseado, a pesar de las gestiones adecuadas que puede ofrecerles hoy en día la ginecología.
La autora nos hace sentir, o nos dice bien explícitamente, que adoptantes y adoptados se encuentran en una situación, en ciertos aspectos, paralela. El niño ha sido objeto de abandono por parte de los padres naturales y, por otra parte, la pareja adoptante también se ha sentido desvalida por la confirmación de su incapacidad genésica. Adoptantes y adoptados se encuentran en una situación de duelo: si el niño ha sufrido la pérdida siempre traumática de los padres, los adoptantes han sufrido, con más o menos trastorno emocional, la pérdida de su ilusión por engendrar. Unos y otros, provenientes de un duelo, se hallan en una correspondencia bien particular. Este niño desvalido y abandonado se convierte para los padres adoptivos en lo más envidiable para recuperarse del duelo insuperable por el hijo imposible. Y, a la recíproca, esta pareja dolida y decepcionada se convierte en salvadora del huérfano que naufraga.
Carme Vilaginés nos hace seguir a doble flanco la evolución de esta relación de correspondencias tan particulares y los escollos que a menudo genera en cada uno de los protagonistas. Y para ello parte de sus conocimientos de la dinámica de las parejas y de la evolutiva del niño desde los niveles protomentales hasta la continuada organización de su realidad psíquica. Y nos muestra —digámoslo como paradoja— que el niño comienza a no existir, es decir, a existir sólo en la fantasía del adulto. Y es esta fantasía, tan inherente al deseo de engendrar, que hace sentir dolorosamente el vacío de la no existencia del niño, tan rotundamente ausente en la realidad externa.
Todo el libro se esfuerza en ilustrarnos de los errores que pueden producirse en el camino de superación de las carencias iniciales de adoptantes y adoptado. ¿Cómo puede llegarse a amar la realidad del hijo adoptado, con toda su carga traumática, con el resentimiento residual que conllevan las frustraciones precoces tan dramáticas, las heridas, de tan difícil cicatrización, que le han sido infligidas al niño abandonado? ¿Y cómo puede irse aceptando y amando la realidad de este hijo tan diferente a aquel de la fantasía desiderativa? ¿Qué proceso habrá que llevar a cabo para amar al huérfano tal y como es sin el barniz de las proyecciones que los padres adoptivos puedan hacer del niño ideal que habían soñado? Todo depende del grado de madurez de la pareja adoptante, pero la autora nos dice que por muy integrados que estén, hay que instruirles y, si es necesario, hay que acompañarles en la problemática que toda adopción puede suscitar en las relaciones con el niño y el adolescente.
Entender la problemática del adoptado es comprender, entre otras cosas, su necesidad de búsqueda del propio origen, la incógnita de esos padres desaparecidos o que le han rechazado, entender el resentimiento, la indefensión o los paradójicos sentimientos de culpa que puedan generarse. Y entender también la necesidad de descubrir la realidad concreta de estos padres que puede aparecer en la fantasía con tan diversas facciones. Del epílogo del Dr. Pere Folch Mateu.
Fué de los primeros que leí antes de empezar con la adopción y la verdad es que si no lo tienes claro, se te quitan las ganas.